Facilitar la inversión extranjera podrí­a incrementar las exportaciones cerca de 35 mil millones de dólares anuales

El PIB de México por fin ha regresado a los niveles que tení­a en el año de 2018, una vez haciendo los ajustes por la inflación. El nuestro es de los últimos paí­ses en el mundo en salir de la crisis provocada por la aparición del Covid-19, a lo que se agrega el costo de la incertidumbre generada por el nuevo gobierno. Como la población ha continuado con su crecimiento, se tiene todaví­a una reducción en el ingreso promedio de las personas.

Sin embargo, todaví­a no existe una estrategia clara respecto al camino que se debe seguir para consolidar el desarrollo del paí­s. Eventos aislados como el tren en el sureste o una refinerí­a de petróleo no son un plan de desarrollo para el paí­s. Hace varias décadas hubo la estrategia de desarrollo denominada Sustitución de Importaciones, misma que colapsó al inicio de los 80 debido a los crecientes costos de producción internos, el excesivo endeudamiento externo, la estrechez del mercado interno para aprovechar economí­as de escala y la utilización creciente de divisas, que escasearon por la caí­da en el precio del petróleo.

De aquí­ se cambió a un modelo de fomento a las exportaciones y un tipo de cambio flexible, cuya culminación fue el acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y Canadá, es decir el TLC y ahora denominado el T-MEC. El mismo nos volvió una de las principales economí­as exportadoras del mundo, en el cual las ventas al exterior de productos no petroleros se han multiplicado por más de cien veces y ha permitido el desarrollo de importantes zonas del paí­s, así­ como la generación de empleo en las mismas.

Sin embargo estos beneficios no han llegado a todas las zonas del territorio nacional, en gran parte porque no se continuaron con las reformas que requiere este modelo de desarrollo, como son la eliminación de importantes monopolios tanto privados como públicos en sectores relevantes; la reforma educativa con énfasis en el fomento de aptitudes tecnológicas, matemáticas y en el razonamiento lógico muy útiles en el nuevo entorno mundial y menos en la memorización de hechos históricos; en la reducción de trámites excesivos para registrar y cerrar empresas; en la reforma judicial, así­ como invertir en obras de infraestructura, entre otras.

Ante este escenario algunos piensan que el nuevo modelo de desarrollo debe de estar basado en el denominado  nearshoring. Este resulta del cambio en el proceso de globalización, muy exitoso en las pasadas décadas, debido al cual las empresas dejan de fabricar en un mismo lugar todas las etapas de su proceso productivo y se cambiaban a diferentes paí­ses para aprovechar las ventajas comparativas y así­ beneficiarse de la reducción de costos. Uno de los principales paí­ses que aprovechó este proceso fue China, al tener bajos costos de mano de obra.

Primero la aparición del Covid-19 y luego la invasión de Ucrania dañaron las cadenas de producción y mostraron los importantes riesgos que tení­an las empresas que seguí­an el modelo de globalización. Por lo mismo, ahora se ve con más interés situar las plantas manufactureras cerca de los mercados de consumo o sea  nearshoring, por lo que adquieren relevancia paí­ses como Canadá, Turquí­a, Bulgaria y, por supuesto México.

Sin embargo, aunque es una oportunidad de inversión, no es de la magnitud que requiere el paí­s. Por ejemplo, el BID estimó que el  nearshoring  podrí­a incrementar las exportaciones de nuestro paí­s en cerca de 35 mil millones de dólares anuales en el corto y mediano plazo, cantidad importante, pero que representarí­a menos del 10 por ciento de las actuales ventas al exterior de México. Para lograrlo se tiene que avanzar en un entorno propicio para las inversiones, en mejor infraestructura, sobre todo en logí­stica para reducir los costos de transporte y en insumos que protejan el medio ambiente. Por otro lado, las empresas cambiarán su ubicación solo en una ocasión, por lo que la oportunidad es de corto plazo, que se está perdiendo.

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